28 de diciembre de 2011

Sangre



La casa se le viene encima. Los recuerdos no llegan de uno en uno y pidiendo turno sino que entran en torrente, galopando desbocados todos a la vez y cada uno quiere ser el más importante y el más doloroso. En el cerebro los tritura y los convierte en una pasta viscosa y densa que solo él podrá segregar, para digerirlos después rápidamente en alguna parte de su cabeza que no llega a comprender. Después, por fin, los problemas llegan licuados al torrente sanguíneo para adquirir en las venas, de nuevo, su verdadera dimensión.
Le duele el pecho, esa arca que esconde un corazón siempre revolucionado, haciendo trabajar un millón de músculos que le tan solo le dejan respirar con cierta dificultad. Después llegara la falta total de aire en los pulmones, esa presión en la boca del estomago que le impide respirar el aire que necesita urgentemente y que a la fuerza, le asfixia muy despacio mientras él permanece consciente de lo que ocurre.  Luego llegaran las voces, unas voces que le insultan y se ríen de él hasta hacerle perder su dignidad.
Cada vez se reparte mas rápidamente por su cuerpo todo ese veneno que destila su cabeza. Cuando se callaran? Cuando le dejaran tranquilo? Tendrá que tomar medidas como la otra vez. Se dirige a la cocina y abre decidido un cajón donde guarda los cubiertos. Allí descubre la nota de papel azul que se dejo a si mismo antes de irse, cuando aún podía confiar en él: “No lo hagas. Pide ayuda”
Lee una y otra vez intentando descifrar ese mensaje que le inquieta cada vez mas mientras las voces no se callan y se ríen de él, de su inopia, de que cada vez se encuentre mas perdido, de que no sepa que hacer. A la mierda, a la mierda con todo. Toma el cuchillo mas grande que encuentra y como si quisiera asegurarse pasa suavemente el dedo por su filo. Nota un picor acido en la yema del dedo y mira asombrado como se abre la piel y la carne pálida que queda por debajo, hasta que aparece un hilo de sangre muy roja y oscura que se convierte en una gota, un reguero que empieza a bajar rápidamente sin control, por el dedo hasta su mano.
Aquella fuente mana a borbotones sangre con cada latido y lo hace cada vez mas deprisa, porque cada vez se encuentra mas agitado. Cuando llega al codo, el camino serpenteante y rojo que ha trazado aquella gota que se va formando continuamente, antes de caer al suelo, le traspasa los ojos y se aloja en su cerebro hasta que todo se tiñe de ese color caliente que le produce nauseas, le atenaza el pecho y la garganta y no le deja respirar.
Presiente su muerte sabe que va a morir si no lo remedia y esas voces siguen riéndose de él. Porque lo hacen? Porqué no se callan? Tiene que calmarse, tiene que pensar en una salida. Ya esta! Ya sabe lo que tiene que hacer! Porqué nadie le escucha? Porqué todos se
empeñan en que no sea feliz? Empieza muy despacio a cortarse el pecho. El cuchillo describe una línea muy fina que se va abriendo desde su hombro hasta el costado contrario. Apenas nota dolor. Solo la sensación entre fría y picante del acero recorriendo la piel y una tranquilidad que le anima a seguir. A medida que va abriéndose la herida de su cuerpo las voces se van callando. Ya nadie se ríe de él y el velo rojo que teñía sus ojos va desapareciendo. Todo vuelve a ser real. Los sonidos de la casa, los autos en la calle, un bebe llorando… ocupan ahora su cabeza y las luces y las sombras vuelven a tomar la habitación.
La claridad que entra por la ventana contrasta con la oscuridad del rincón que ocupa y un haz de sol, seguramente el ultimo de la tarde, se cuela por la ventana y se refleja en el cuchillo lleno de sangre que aun sujeta en su mano. Ni cuando se ve el cuerpo totalmente enrojecido le parece desagradable, al contrario es natural. El veneno fuera como debe ser. Empieza a sentir sueño, un sueño pesado que le cierra los ojos y le trae recuerdos agradables que sin duda se encontraban enterrados bajo esa sangre envenenada que no le dejaba vivir.
Esto es lo que quiere dormir. Dormir y no tener pesadillas, dormir y no oír voces, dormir , dormir, dormir y cada vez que repite en voz alta esta palabra se corta lo mas profundamente que puede las muñecas, mientras se va cambiando el cuchillo de mano. El ultimo corte es vago, impreciso. Por entre la carne abierta ve como los tendones rotos no le permiten cerrar los dedos con fuerza y el arma liberadora cae escupiendo gotas rojas por el suelo. Después la sangre lo inunda todo y siente un abrazo frío antes de dejarse caer.
Una niebla se pone en sus ojos y le impide ver con nitidez. Antes de cerrar los ojos y dejar que el sueño le invada, siente que por fin ha conquistado la paz y la tranquilidad. No hay miedo, ni lucha, ni desesperación. No oye las voces que le insultan ni que le dicen lo que tiene que hacer. No quiere nada, no desea nada. Tan solo siente un latido como un eco lejano que le acompaña y se hace cada vez mas lento. No siente el frío. Es consciente de que ya no le quedan latidos ni sangre dentro que le envenene y termina por dejar escapar el poco aire que aun tiene dentro, antes de caer en un profundo sueño.                 FIN