28 de noviembre de 2013

Eclipse de sombra



Hay una frontera alta
en blanco y negro
perdida entre recuerdos
e imágenes con poca luz
que sirve a la imaginación
y a los deseos rotos
de esos días tranquilos, lentos, dormidos.
Es fácil navegar por ellos
o aun mejor sumergirte:
robas al mundo todo el aire que puedas,
cierras la cabeza,
te miras por dentro
y saltas por la borda de tu cuerpo
anclado a la vida.
Y caes hundiéndote sin querer,
sin esfuerzo
como si te lastraran los pies
cruzando por el azul
hacia lo más profundo
de tu mente inmaterial
con los ojos abiertos
las manos vacías
y la cabeza cerrada a la verdad.
No importa.
Nada importa.
La vida se para
el tiempo se detiene
los sonidos y las imágenes se desvanecen
y el aire huye escondiéndose de ti.
No sienes nada
todo ha desaparecido
ni tu mismo existes
sencillamente no existes
y aunque no lo sepas
tampoco quieres existir.

Erase una vez: un mimo




Gastón, el mimo, como a él le gustaba que le llamasen, termino por vivir en la calle. Dormía sobre una cama de cartones rotos cogidos aquí y allá y vestía ropas viejas que conjuntaba de modo estrafalario en cuanto las robaba de la basura. De comer no hablamos: a lo sumo un día de cada tres por la caridad de alguien o bien por que encontraba entre la basura un poco de pan, media zanahoria o un yogur caducado de verdad.

El mimo, ofrecía un aspecto descuidado y sucio de marioneta a punto de la desarticulación que paseaba sus interpretaciones por los parques y jardines antes de que los niños huyeran llorando y muertos de miedo mientras sus madres levantaban la mano haciendo aspavientos para asustarle y de paso espantar las moscas que como satélites autorizados giraban a su alrededor.

Gastón no era un mimo como los demás. Gastón no había decidido interpretar un personaje que vivir unas horas al día, Gastón había compuesto un personaje con el que mimetizarse, confundirse las veinticuatro horas todos los días y dejar atrás una vida que sin duda no quería seguir viviendo. Nadie se explicaba como un hombre de buenísima familia, porvenir asegurado y sin otras necesidades que esperar, el Sr. D. Gaspar de Toncaliú y Saez-Motril de la Serena, debido sin duda a la descomposición química que padecen los personajes humanos que tienen más de un gramo de locura, decidió ser un mimo.

Y eso fue, si no recuerdo mal… un día cualquiera de un año cualquiera de una vida cualquiera.

14 de noviembre de 2013

Inicialización







Primero fue mi madre y su educación judeo-cristiana: “Junta las piernas”, “No seas descarada”, “No mires fijamente”, “Cuidado con las manos”, “Esa falda mas larga putona”, “Nada de pinturas!”…

Más tarde fue mi padre: “No seas boba”, “A mama también le gusta”, “Esto es porque te quiero”, “Tu eres mía”…

Y luego fue el cambio de sexo. No, eso fue después. Si, justo después de que matara a mis padres.

Tu eres de verdad?




-          Anda, pregúntame lo que quieras Miguel.

-          Porque se ha ido mama?

-          Cuando seas mayor te lo explicare

-          Donde esta mi habitación?

-          Esta será tu nueva habitación

-          Y mis juguetes?

-          Ya eres mayor Miguel

-          Ya no voy a ir al cole?

-          De momento no.

-          Papa, tu eres de verdad?

-       Vaya pregunta Miguel: cierra los ojos y duerme de una vez esto solo es una mala  racha. Y no, no soy de verdad. Yo soy un fantasma. Eso dice siempre tu madre.