28 de marzo de 2009

Los fantasmas

Y se vistieron para la misa de 12. Movimientos lentos, precisos, sin dudas. Primero la ropa interior, luego calcetines y medias. Pantalón corto, falda plisada, camisas de entretiempo, jersey sin mangas, rebeca fina. Luego ataron los cordones de sus zapatos sin equivocarse. Finalmente se peinaron, se pusieron los abrigos, cogieron los caramelos y se dirigieron a la puerta de la calle. Salieron y cerraron suavemente. Sus padres se miraron felices pensando en lo difícil que era enseñar bien a los niños. Y todavía más si los padres eran agnósticos como ellos. Después una ultima mirada a la casa y se desvanecieron para siempre.

25 de marzo de 2009

SOBRE LAS BALLENAS


MENSAJE ESPECIAL: SI ALGUIEN CONOCE AUNQUE SEA POR CASUALIDAD PORQUE LAS BALLENAS QUEDAN VARADAS EN LAS PLAYAS Y TERMINAN MURIENDO IRREMEDIABLEMENTE REPITO SI ALGUIEN CONOCE EL MOTIVO POR FAVOR QUE LO DIGA BIEN ALTO PARA QUE PODAMOS ENTENDERLO LOS DEMAS Y NO CREER QUE ESTO TAMBIEN ES UN ERROR INHUMANO. IGUAL CON UN POCO DE SUERTE SEGUIREMOS OYENDOLAS CANTAR (PITINGO: NO ES PERSONAL). GRACIAS.

20 de marzo de 2009

El Pasado

Para RDT que me hablo y me hizo recordar el pasado

Desde siempre el hombre
supo que el pasado
pasado estaba y no volvía
pero no es cierto.
El hombre se mentía


En algún momento se piensa
que una vez el tiempo cede
se vuelve pasado y no puede
ser presente aunque lo intenta

Insistente una y otra vez pretende
revivir cualquier acontecimiento
que le valga de momento
para sentirse otra vez presente

El pasado no se da cuenta que
a veces cuando se convierte en recuerdo
se vuelve el más perfecto
de los tiempos
nada cambia en el pasado
Ninguna palabra, ninguna mirada
ningún sentimiento
y puedes vivirlos una y otra vez
Volver a escucharlos, volver a mirarlos
eternamente
y es una ventaja saber como empieza
y como acaba el pasado, en el presente.

e.gamella
dic/08

19 de marzo de 2009

LA LLAMADA

Se levanto despacio y desperezo los músculos de la espalda antes de apagar el cigarrillo contra el cenicero con la misma indiferencia con la que había apagado los otros. Aun con la mirada perdida mas allá de los ojos se acerco al mueble donde guarda lo que le queda de vida. Intenta recordar como era aquel libro que de pronto le había despertado del letargo cansino e indolente en aquella tarde de domingo. No consigue recordar pero sabe que no va a dejar de buscarlo. ¿Cuál seria? Al fin y al cabo ya solo le quedan veinte o veinticinco de aquellas historias que tanto le habían conmovido.
Aquello empieza a ser una estupida obsesión. No le gusta pero debe encontrarlo. ¿Cómo era? Si al menos consiguiera recordarlo. Todos los libros que pasan ante sus ojos han tenido una vida grata. Ninguno guarda ya el esplendor de lo nuevo. Ajados, rotos alguno con una goma elástica haciendo las veces de cierre para no perder su intimidad. ¿Pero donde estará? ¿Y si lo había perdido en alguna de las ultimas mudanzas? Solo lo piensa un instante pero suficiente para que la tristeza trepe hasta su garganta y empiece a carraspear intentado evitar que se acomode el sufrimiento. Ya sabe por experiencia que allí se convertiría en nudo de horca de esos que aprietan hasta hacerle saltar las lágrimas.
A duras penas empieza a desechar las opciones que su lógica le permite razonar. Primero descarta los tres tomos de los “Evangelios Apócrifos” esos que están prologados por Borges y a él le parecen un tesoro. Después aquellos otros cuatro libros de Blasco Ibáñez donde había basado como si fuesen los pilares de su vida, sus creencias más firmes. Después desfilan Mann, Joyce, Stendhal, Woolf. Tampoco son el libro que busca. Engels, Bakunin, Hesse, Nietzsche, Darwin y los poetas: Borges (para el siempre será un poeta) Byron, Kavafis, Benedetti, Machado. Y detrás de ellos casi escondido, a propósito, alejado de su propia mirada (aunque ahora no recuerda bien porque) ve el libro que busca.
Poco a poco todo empieza a recobrar sentido. Lo coge con cuidado, con mimo más por él que por el libro y cuando lo tiene cerca sabe que la emoción volverá a inyectarle la vida que necesita. El libro cobra vida rápidamente y se abre para darse como un amante seguro de si mismo y al abrirse deja al descubierto su prueba de amor. Todo aquello que él había querido guardar entre dos paginas. Recuerda aquéllos versos que los pétalos amarillentos de la flor que allí sigue (de ella, si de ella) de su mano apenas dejan leer…

¡Si me llamaras…
Lo dejaría todo
Todo lo tiraría
Los precios, los catálogos, el azul
del océano en los mares
Los días y sus noches
Los telegramas viejos
Y un amor…

El sabor salado de aquella lágrima le hace regresar rápidamente a la realidad y cierra cuidadosamente el libro, “su” libro. Vuelve a dejarlo en la estantería, allí, medio oculto para volver a encontrarlo cuando sienta la necesidad.
Enciende un cigarrillo y se acerca a la ventana para que en un arranque de ira controlado, el humo choque contra los cristales. Recuerda la frase que le decía en estas ocasiones, al oído mientras se colgaba de su cuello, toda amor, toda ella “Aun cuando no tengas nada, te quedaran los recuerdos”. Se tira en el sofá donde vela las noches, fija la mirada en el infinito, ese vacío tan cercano para él y poco a poco empieza a recordar la vida que le hubiera gustado tener al lado de ella. Si le hubiera llamado.


e.gamella
nov/08

18 de marzo de 2009

LA LUNA

Una vez la fortuna
salio de entre las sombras
para enseñarnos como se nombra
la luz de plata, la luna.

Y desde entonces sirve su reflejo
para que se miren los amantes
justo hasta el momento antes
de convertirse en un mismo espejo.

Si alguna vez por error o por descuido
o por simple amor a ese amor desconocido
ni ves la luz ni encuentras reflejo de plata alguna
entonces antes de que salga el rey dorado
ponte las alas de buscarme, las de Icaro enamorado.
Estaré perdido en la cara oculta de la luna.


e.gamella
dic/08

15 de marzo de 2009

Mi abrazo

Ven que te abrace. Déjame que te rodee. Así. Ahora deja que te mire. Calla. Quieta. A ver esos ojos que tanto quiero. Como me gustan. Y como me gusta mirarlos para ver que encuentro. ¿Qué pones en ellos cuando me miras? ¿amor?, ¿ternura?, ¿cariño? No. Ya se. Algo de todo ello. Para un poco. Y no, no te suelto. Estas loca si crees que voy a soltarte, ahora que te tengo. Espera, sigo. Tu boca. No, no. No la cierres ahora. Si. Creo que me gusta más cuando sonríes. De lejos porque entonces, a mi, me parece que prometes solo verdades. De cerca porque solo se la puede besar o mirar como se mueve imaginando que cuenta cuentos. Y no. No te suelto. ¿No ves que quiero que mis brazos entiendan el calor de tu cuerpo? Espera. Deja que te mire un poco más. Deja que no pase el tiempo. De acuerdo, te suelto un poco. Pero solo para que juegues a que te quieres ir de aquí adentro.

Y rápida te das la vuelta. (Te aprovechas de que soy bueno. Ahora que estas de espaldas se me atraganta el aliento). Ya tengo donde quería tu pelo. Le acaricio con mi cara (No. Soy yo el que se acaricia con tu pelo). Lo huelo. Me recuerda cosas de niño pequeño. ¿Y porque no te estas quieta? Los dos sabemos este juego. Sigo. Ahora con las manos atravieso tu cuerpo para llegar al vientre eterno. Principio y fin del mundo (tú estas parando el mundo en este momento). Y yo ato mis dedos para que no puedas escapar de este infierno. Y entonces como por arte de magia dejas de jugar y te rindes a los sentimientos. Te quedas quieta. Quieta. (¿En que piensas con tanto secreto?). Quieta. Quieta. Muy quieta. Si no fuera porque siento tu respiración diría que no te tengo. (¿Qué sentido tendría estos brazos sin tu cuerpo dentro? Mejor no lo pienso. Ahora que he aprendido a abrazarte. Ahora que se, que lo que quieres de un abrazo es que sea cierto).

Entonces, te mueves despacio. Y yo aflojo. Te dejo. Te vuelves (¡Eh! no te lleves el pelo). Te sigues volviendo. (Ya no lo tengo). Vuelve tu mirada, tu sonrisa. Y mi desconcierto. Pero no es lo mismo. Ya no hay lucha. Hay una firmeza que me da más miedo. De frente, sin dejar de mirarme, ordenas a tus manos ir hacia las mías que esperan en tu espalda (ahora lo entiendo). Las coges y tierna desenredas el nudo de mis dedos y antes de darme cuenta (ahora no pasa el tiempo) eres tu la que me abraza, la que me sujeta los brazos, la que me roba el calor del cuerpo mientras me asomo a tu sonrisa y a tus ojos negros y yo que no se luchar (ni quiero) entonces… entonces: me muero. Porque no solo me abrazas por fuera ¡tú me abrazas también por dentro! Y me quedo estático, quieto, quieto. Muy quieto.
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(Ahora que pertenezco al mundo de los muertos espero que me devuelvas a la vida con un beso. Y volver a abrazarte. Y empezar otra vez el juego).


e.gamella
oct/08