28 de agosto de 2011

Bajo la almohada (dedicado)

A menudo decidimos visitar
los recuerdos, por el gusto amargo
de mirar en los bolsillos rotos.
Ahí siguen las palabras amordazadas
con hilos de cristal, los rostros sin
caretas de tiempo, el unicornio
perdido de Silvio y las mentiras
con trazos gruesos de verdad,
pero siempre es ayer y te prometes
mas de lo mismo mañana sin falta…
o cualquier jueves a las diez. Y un día,
hartos de distinguir mañanas sin brillo,
besos de amor con babas de napalm,
horizontes al otro lado de Neptuno,
que mejor que un unicornio es un ojala,
un día cerramos los ojos para recordar
todas las veces que bajo la almohada,
ningún ratón dejó lo suficiente
para empezar de nuevo.

21 de agosto de 2011

El sueño de una tarde de verano. (dedicado)

Y paso así, de pronto, como ocurren las cosas insignificantes, sin anuncios, sin porqués… sin mas: se quedo dormida en uno de esos sueños triviales, etéreos que sospechamos profundos y lejanos como el fondo del mar. Los ojos, las manos, todo su cuerpo quedo a la espera de una orden que parecía, me parecía, imposible.
Por no despertarla, la sangre decidió correr mas despacio por la luz circular de sus venas, las ilusiones se deslizaban de un lado a otro de su cabeza sin hacer ruido, y el corazón decidió darse un descanso parando un segundo de cada siete. Hasta el viento que poco antes jugaba con su pelo llevándolo de aquí para allá, dejo de jugar. También el tiempo paso a su lado y al verla dormida, casi inmóvil, decidió esperar a que hiciese un gesto para volver a caminar.
Yo (era yo?) miraba la escena inmóvil, petrificado, a dos pasos de ella y mil sueños de distancia y no quería tragar saliva, o parpadear por no despertarla. El peor de los tormentos era que se escuchara mi respiración o mis pensamientos y mentalmente pedía a dios que no se oyera como crecían mis uñas o mis cabellos. Entretanto, el tiempo seguía parado para bien y para mal.
Luego en algún momento ella empezó a abrir los ojos muy despacio, unos ojos oscuros y radiantes que iban robando luz por donde se posaban. Me miro, sonrío, dijo algo con timidez que no entendí… y fue suficiente para que el tiempo volviera caminar. Y se pudo sentir otra vez, el viento retomando el juego del pelo, como los fantasmas volvían a correr después de haber estado secuestrados por su sueño o el latido cotidiano, siete de cada siete, de un corazón
Y la vida después, continuó como si nada hubiera pasado. El tiempo si. El tiempo había pasado para bien y para mal.

16 de agosto de 2011

NEPTUNO III: enterramiento

Cuando llegue a puerto
construiré una barca
para quemar.
Allí dejare mis fantasmas
tendidos bocarriba y yertos.
Cubriré sus pobres espíritus
con palabras y versos
que fueron de ellos
que formaran una mortaja
de sentimientos, de ilusiones
y de felicidad.
Y a todos tapare los ojos
con dos besos:
uno como moneda de pago
que puedan dar al barquero
para que las lleve
a descansar en paz.
El otro será suyo para siempre
y cuando otros fantasmas
me vean con el en los labios
sabrán que no solo los quise
sino que aun los sigo queriendo.
Después quemare la barca
y la empujare mar adentro
para ver como se aleja.
Y solo estaré yo para verlo.
Es el destino de Neptuno.

NEPTUNO II: dios del mar

Dejo los brazos en cruz para
que el sol arroja luces de color
por la punta este de mis dedos.
Calculo mentalmente la energía
que me llena de esperanza,
abro los ojos y observo ante mi
la vida con esfuerzos renovados
para el día a día, sin enmiendas,
sin tachaduras: una vida paz que gastar.
A mi izquierda veo nubes densas
entre los restos de la noche
huyendo muy deprisa de mi.
Para ellas mis mejores deseos.
Y que no vuelvan. Que se lleven
sus lagrimas de granizo,
sus vientos helados.
Que sus huracanes arrasen
de una vez las ideas estupidas,
los sueños estupidos,
y los momentos estupidos
que insisten en aferrarse a mi.
Y a la espalda, sin mirar,
veo mis huellas mas inmediatas.
Ruinas encendidas que dejo atrás
devorando las ideas y las personas
que me alimentaban. Quemo aquello
que quiero y todo aquello que no.
Nada me vale. De todo huyo.
Viajo sin maleta y a veces pienso
en arrancarme las uñas para que
mis manos no aguanten ningún peso.
Esta extraordinaria facultad de marchar
ligero me permite huir hasta de mi mismo.
Y quemo mis naves antes de partir  
para saber que no puedo volver y que
las calaveras de mis recuerdos no huelan
porque no soporto el olor a putrefacción.
Las cenizas que se amontonan a un lado
y otro del camino no me dejan olvidar.
Y sin embargo se que todo es al revés.
Se que yo por dentro siempre miro al sur.
Que la energía no entra expectante por mis dedos
sino que escapa, conformista, por mis dedos
sin ninguna posibilidad de que cierre la mano
y frene el flujo vital que se distancia de mi.
Y que cuando miro al frente solo veo el pasado
construido de ilusión y esperanza de deseos
rotos y zanjados con miga de pan.
Que las nubes con sus fríos y sus vientos
no se alejan sino que galopan hacia mi
con la velocidad de la luz y me esperan
días de invierno detrás de los cristales
viendo la lluvia por dentro y por fuera de mi.
Y no es el pasado angustioso y dantesco
con fuegos transformadores que limpian lo que veo.
Es el futuro, el camino que me queda por recorrer
en el que cada fuego quema un sueño,
una certeza o una verdad. Todo absolutamente
todo debo quemar para despejar el camino.
Mi camino. Yo también me pregunto porque
siempre miro al norte si me lleva a la confusión
pero cada uno es como es y yo con el tiempo
he llegado  a ser Neptuno.

NEPTUNO I: la partida

Levo anclas. Debo hacerlo.
Saco hierros del agua
y despliego todo el trapo.
Espero los mejores alisios
y otra vez a la luz de la luna
me hago a la mar.
Atrás queda otro puerto
con mil amaneceres,
la sensación de que los buenos finales
no existen
y algún que otro recuerdo
para enmarcar.
Poco mas.
Los tragos de ginebra,
las esperas de sal,
los besos de verano…
todo por la borda.
Queda elegir entre babor
o estribor y confiar en que el viento
no me restriegue por la cara
la basura que quiero eliminar.
Y cuando no quede mas que un recuerdo
entre el cielo y el mar,
en medio de esa soledad
que tan bien conozco
poblada solo por los quejidos
cada vez mas humanos
de mi barco sin rescatar:
la madera que llora,
las velas que se lamentan
y el agua lavando,
curando cicatrices
antes que Neptuno
se de cuenta y me tiente
a cenar en su mesa
dispuesta de ira y maldad.
Antes de ello, otra vez soñar,
a soñar con puertos nunca vistos,
con puertos con dos soles,
con no escuchar cantos de sirena,
con no dormirme sobre las olas del mar,
con saber que las certeza
solo duran los tiempos de mentira,
con no jugar a las guerras sucias
y sobre todo
con no volverte a reinventar.
Me llevare los fantasmas
para sepultarlos en el mar.