29 de junio de 2009

Pesimismo

Lentamente noto que gano la batalla. ¿Quién dijo que en la victoria hay honor, alegría, satisfacción? El cansancio se va acumulando en mi igual que el tiempo en los caminantes. Ya apenas soy capaz de levantar los brazos en señal de victoria y mucho menos la mirada. Me da vergüenza. Esta estúpida guerra, esta maldita guerra acabara con nosotros. Con todos. Vencedores y vencidos. No se puede ganar sin perder a la vez.
Dentro de poco tiempo nada de esto existirá. Ni los motivos ni los excesos, ni tu ni yo y habré olvidado preguntarme para que todo esto. He decidido perderla. Apoyare y ayudaré tu victoria. Así al menos seguiré con mis ideas intactas. Ideas estúpidas que no gastare al intentar imponerlas. Quizás sea el principio. O el final. Quizás, este aprendiendo.

17 de junio de 2009

FADO

(Para Isabel, que me enseño lo que era un fado,
pidiéndome al oído que lo bailara con ella)


"…se apagaron las luces,
sonaron las guitarras
y según cerraba los ojos,
empezó a cantar…"

un fado

en algún momento,
con recuerdos sepultados
bajo capas de ceniza
de algún antiguo fuego

que quedo a la espera


de una voz de color violeta
que disparase su versos al viento,
que surcara los aires tristes y
que soñara su recuerdo

para morir dentro.

No contaba
con lo frágiles que son
algunos aliados
y después de atravesarme,

estallo entero.

e.g./ may-09

16 de junio de 2009

LISBOA

He oído hablar del otoño en Lisboa.
Aunque únicamente conozco su primavera, he decidido volver. Volveré para contar los mosaicos blancos y negros de sus calles. Y de sus plazas. También contare los árboles, uno a uno. Y sus palacios antiguos.
Y mediré las aguas de su río y el ancho de su boca al llegar al mar. Y los momentos tranquilos, también los mediré. Sus horas de luz, sus vientos atlánticos, el olor a sal y el color marinero de sus barrios viejos, también. Espero que no falte nada. Que todo sigua igual.
Porque volveré para pasear por Lisboa. Andarla y sentirla viva bajo los pies y esperar con suerte que alguna vez me permita echar el ancla en ella.
Y cuando me canse, me sentare a comer y beber vino en la plaza del Comercio, en una terraza que me haga fantasear mientras espero que pase Pessoa por casualidad.
Y a que pase el tiempo como si el tiempo fuera un fado lento cantado al oído. Un fado que diga que Lisboa me aprisiona a condición de que la quiera, para que no me vaya nunca. Como debe ser.
He oido hablar del otoño en Lisboa.

eg/may-09