28 de diciembre de 2011

En París, todo es distinto.



En París todo es distinto. Hay una rama que llama con insistencia al cristal de la ventana. No sé porqué creo que eres tú y me acerco a ver como repite su llamada una y otra vez sin que acierte a comprender como puedes estar allí, fuera, llamando al cristal y tendida en nuestra cama.
Las dos desnudas, frágiles y fuertes a la vez, despojadas de hojas, de recuerdos, de  intenciones mas allá que la de volver a vivir esta noche, mañana, el próximo abril.  Estoy tentado de abrir y dejar que entre el árbol, me abracen sus ramas y me hagan cosquillas bajo la nariz. No hace falta. Noto como desde el suelo, se van enredando por entre mis piernas a lo largo de mi cuerpo, unas ramas delgadas y suaves que me acarician como dedos y me abrazan y me aprietan y sin dejarme pensar me arrastran de nuevo a la cama donde me envuelven, me besan y me hacen cosquillas debajo de la nariz.
Tú olor me devuelve de nuevo a tí y pienso que es cierto: en París, todo es distinto.