Oscurografía en color
Mira, esta es Marta. Era muy guapa de pequeña. Y el vestido se lo hizo la abuela Dorita. Esta es Julia. Pobrecita, murió un año después. Y este? Este es Arturito, no espera… es Carlos! Como se parecían! Y eso que solo son primos! Esta es de… tu abuelo Mario! Que elegante! Se la hizo en la boda de la prima Sole! Y por aquí deben estar las de mi boda… mira, mira bien! las ves?
- Porque no lo dejas ya?
- No, no. Vete si quieres.
- No quiero irme y dejarte aquí otra vez a oscuras con las fotografías.
- A mi no me importa!
- A mi si. Te vas a hacer sangre en la yemas de los dedos de tanto mirarlas.
Oscurografía en blanco y negro
Las fotografías que la abuela Matilde sostiene entre sus dedos y que únicamente ve en su cabeza son todos los recuerdos que existen en su vida. Al quedarse ciega se empeñó en recordarlas todas a diario para no olvidarse de ellas.
Únicamente la abuela Matilde es capaz de ver a sus abuelos o a sus primos porque los retratos que con insistencia repasa una y mil veces hace ya mucho que perdieron todas las imágenes de tanto pasarles los dedos por encima. El tiempo, como si quisiera burlarse, en vez de hacer arrugas ha dejado en los retratos, una piel suave y tersa.
Oscurografía en sepia
La abuela Dori, el abuelo Mario, los primos Carlos y Arturito, la buena de Julita, la prima Sole… y muchos otros decidieron, desde el fondo de una caja de madera en la que esperaban la visita casi diaria de la pequeña Mati, desaparecer poco a poco de aquellas tristes imágenes que alguien tiraría a la basura alguna vez y quedarse para siempre a vivir con la niña.
Al fin y al cabo era la única que les visitaba asiduamente y además de recordarles, les hablaba de la familia a pesar de que los demás la creyeran loca. Durante mucho tiempo fueron entrando un poco todos los días por las yemas de sus dedos mientras Mati iba haciendo hueco en alguna parte de su cabeza. (o quizá fuera de su corazón?).