30 de junio de 2011

Sara y Ashaki

I) Sara


Sara y yo somos primos, y nuestras familias lo tenían todo arreglado para casarnos. Yo tenia diecisiete años y ella veinte. Nunca nos habíamos visto porque mi padre y su hermano, mi tío, discutieron por la misma mujer y mi tío decidió irse de la casa del abuelo donde vivían. En otro pueblo empezó una nueva vida y apenas sabíamos de él mas que por otros parientes o amigos que visitaban ambas ciudades, para comerciar.
Mi padre se caso poco tiempo después y tuvo seis hijos. Yo soy el menor y el único varón de los seis. Mi tío también se caso, con una mujer viuda, muy rica, que tenia dos hijas de su anterior matrimonio y que le dio otras tres. La mayor es Sara.
Hace algo mas de tres años, el abuelo cayo muy enfermo y por medio de los amigos comunes le hizo llegar a mi tío una carta en la que le hacia saber que viendo cercana la hora de su muerte, nada le  iba a agradar mas que volver a tener la familia reunida y si no podía ser consideraría su vida, sin ningún sentido. Mi tío accedió rápidamente y cuando vino a ver al abuelo, llorando como un niño, le pidió perdón por los días tan amargos que le había hecho vivir. Después se volvió a mi padre que también lloraba emocionado y entre gritos, hipos y sollozos se dieron la paz delante de mi abuelo y para sellarla convinieron en que la primera hija de su matrimonio se desposaría con el único hijo varón de mi padre. Mi abuelo murió pocas semanas después de aquello pero los que estuvieron a su lado esos últimos días, cuentan como daba gracias al cielo por la felicidad recibida y porque la familia iba a seguir, aunque sin él, mas fuerte y mas unida que nunca.

La boda se había fijado para la primera luna de junio y cuando apenas quedaban cincuenta días supimos que la novia había sufrido un desgraciado accidente que obligaba a retrasar la boda. Las cartas que mi padre envío al tío para recibir noticias eran contestadas con evasivas o con tan poca información que mi padre empezó a pensar que todo había sido una mentira ante el abuelo. Pero un día se presento mi tío ante mi padre y muy afligido le dijo: “Hermano, vengo a ti buscando comprensión pues lo que he de contarte me duele y aflige mi animo. Una vez volví a casa, inicie los preparativos para formalizar la boda de nuestros hijos como acordamos. Pero mi hija Sara al enterarse, me deshonro gravemente negándose a aceptar la palabra comprometida ante mi propio padre. Debes disculparla, pues ella no ha crecido con nuestras costumbres, con nosotros, sino mas bien ante una familia que yo creé con gentes ajenas y sin duda esto le ha perjudicado en su buen juicio. También debes perdonarme a mi pues ahora comprendo que no he sabido conducir a mi familia por los caminos mas rectos. Tanto es así que Sara, como no cedía a los castigos que la impuse por desobedecer la palabra de su padre, hace unos días estando sola en su cuarto decidió cortarse las venas de sus brazos”. Mi padre no podía contener el llanto pero intentó calmar la angustia de mi tío y pactaron una nueva fecha para la boda, dejando tiempo para que la situación se serenara y a la espera de que mi prima Sara acabara aceptando la voluntad de sus mayores. Mi tío le entregó un pequeño retrato de su hija en señal de agradecimiento que mi padre guardaba ese en un mueble de su habitación con otras cosas suyas y yo, cuando podía, me acercaba hasta allí para mirarlo.
Así me enamore de Sara, mirando sus ojos verdes, su cara casi infantil, una boca delicada y unas manos que yo imaginaba suaves y amables como toda ella. Día a día absorto en aquel retrato iba forjando un amor absorbente, enfermizo, en el que apenas cabíamos los dos, muy juntos. Alrededor de aquel retrato crecía una vida pensada, soñada con mil detalles pequeños, mínimos, entre un muchacho que deseaba amar y una imagen de mujer. “Así abrazare a Sara” “Así la mirare todos los días” “Así besare sus ojos cuando duerma”, y cada día se me hacia mas difícil esperar.
Llego un momento en que deliraba incluso despierto. Me apropie de aquel retrato y no me desprendía de él ni un solo momento. Lo llevaba cogido a las ropas y eran los únicos movimientos que hacia premeditadamente: los de protegerle de cualquier golpe que pudiera dañarlo. Entre mi andar zigzagueante y que poco a poco empecé a decir en voz alta lo que antes solo pensaba de Sara,  mi imagen era la de un pobre loco que hablaba de  cosas sin sentido todo el día e iba moviéndose descompasadamente por la casa. Mi locura, llego al punto de pasarme las noche en vela, sentado en la cama, hablando con Sara e inventando las respuestas como si ella estuviera delante. Caí enfermo. Los médicos dijeron que era  cosa del animo y por todos los medios se empeñaban en mantenerme tranquilo incluso atándome por la noches a la cama. Pero no me importó.
Para entonces Sara venia a verme todas las noches y me calmaba poniendo su mano fresca y delicada sobre mi frente, mientras me hablaba cariñosamente al oído y me llevaba a otra vida en la que estábamos juntos y únicamente vivíamos el uno para el otro. Casi dos meses estuve enfermo y a medida que mejoraba mi salud, sin que yo supiera muy bien porqué, las visitas de Sara iban haciéndose cada vez mas espaciosas. Finalmente me recupere del todo y Sara no volvió a visitarme. Ahora todo es un poco lejano pero en aquel entonces mis recuerdos eran recientes y parecían tan ciertos…
Con la primera luna de junio recibimos en casa una mala noticia. Era una carta que enviaba la mujer de mi tío y en ella nos contaba que el hermano de mi padre había muerto. Sara había intentado suicidarse saltando al vacío desde la azotea de la casa. Mi tío vio como caía el cuerpo y salio rápidamente a auxiliar a Sara que sangraba abundantemente por la boca en medio de un gran charco de sangre. Pensó que estaba muerta y el mismo en ese instante, murió allí llorando ante a su hija. Minutos mas tarde ingresaron a Sara en el hospital de la ciudad. No había muerto pero su estado era extremadamente grave. Unas semanas después aun seguía en coma y los médicos no se atrevían a dar un diagnostico sobre su recuperación. Por supuesto la boda quedo anulada y si Sara no moría en el hospital seria expulsada de su casa al haber deshonrado a sus padres provocando la muerte de uno de ellos. Por la noche volví a mirar el retrato de aquella mujer dulce y tierna intentando buscar una explicación a lo que había sucedido, aunque para ello tuviera que hablar otra vez con Sara. Sara volvió esa noche y me tranquilizo diciéndome que nosotros seguiríamos unidos en otra vida lejos de todo lo que nos rodeaba. 
Lo ultimo que supe de mi prima era que había conseguido sobrevivir a las heridas pero que habían quedado gravemente lesionadas alguna zonas de su cerebro. No podía recordar nada de su vida antes del accidente. Tuvo que vivir durante tres años en un centro donde consiguieron recuperarla para que hiciera una vida lo mas normal posible. Por supuesto jamás recibió visitas de parientes o amigos pues mi tía lo prohibió expresamente y Sara salio adelante con la idea de que en el mismo accidente que a ella la tenia maltrecha y que nunca nadie se encargo de explicarle, su familia había muerto. Y en cierto modo se puede decir que así fue. Un día alguien nos dijo que Sara había salido del hospital y nadie ha vuelto a saber nada de ella. Nadie no, yo sigo hablando con ella todas las noches y me sigue recordando que estaremos juntos.
II) Ashaki

Ashaki tiene el pelo castaño con reflejos rubios que le dan un aire mas alegre. Dice que tiene veintidós años pero Ashaki miente, claro, ni ese es su nombre, ni esa su edad y si me fijo bien el pelo tampoco parece suyo. Pero en estos sitios, todo el mundo miente.
Ashaki es la viva imagen del deseo y tiene una cara con ojos verdes que enamora, seduce, emboba y desarma a la vez. Bebe coctel de champán rosa como si se fuera a acabar y deja la huella de sus pequeños labios rojo-fuego en cada copa. Su sello personal. Me abraza por la cintura y coloca su cabeza contra mi pecho en un gesto repetido que empieza a gustarme. Ha dejado atrás la voz de caramelo y los ojos de esperanza para empezar la lucha cuerpo a cuerpo. Una copa mas y empezara a sisearme barbaridades tan bajito que pongo toda mi atención y aunque se perfectamente lo que quiere, de momento me gusta más que el aliento de sus palabras, calido y húmedo casi pegajoso, me vaya llenando el oído por dentro. Por dentro mi cabeza, también se va llenando de imágenes de sexo.
Entre la silabas que intuyo y las caricias de sus manos pequeñas me voy haciendo una idea de lo que quiero. La quiero a ella con todas sus verdades a ella con sus labios rojos y su pelo falso. Quiero mirar sus ojos verdes y que Ashaki me abrace, me acaricie y me desnude el cuerpo. En esta guerra no hay vencedores ni vencidos y finalmente, sin mas, dejo que me lleve a su habitación.
Llama al bar y pide que la suban ron y coctel de champan rosa. Yo me dejo caer pesadamente en la butaca que tiene al lado de la mesilla. Ashaki desaparece en el baño para salir unos minutos después y apaga las lámparas dejando la habitación casi a oscuras, apenas iluminada por la luz azul que anuncia el local en el exterior. Enciende un pequeño aparata de música y suena una canción francesa con piano y una voz que inexplicablemente suena mas lenta que el ritmo de mi respiración.
 Me besa los labios. Me besa los labios otra vez y me deja que juegue con su lengua. Se separa un instante, justo para encender una vela en la mesilla y vuelve rápido para besarme con lujuria como si se acabara el tiempo mientras empieza a desvestirse. Sin dejar de besarme se quita el pequeño sujetador con bordes y costuras rosa y me regala una sonrisa amable a la vez que sus pechos blancos, casi lívidos, no muy grandes, no muy pequeños.
Llaman a la puerta anunciando las copas y mientras abre la puerta casi desnuda yo empiezo a quitarme los cordones de los zapatos despacio. Ashaki deja la pequeña bandeja con las dos vasos sobre una cómoda al lado de la puerta y viene hacia mi corriendo con pasitos cortos sin hacer ruido como si yo tuviera un imán para ella y cuando esta lo suficientemente cerca se tira a mis brazos para que la rodee y la mime. Dice que tiene frío y debe ser cierto porque noto sus pezones duros en mi pecho, haciéndome cosquillas. La abrazo y ahora soy yo el que persigue su lengua, juego con sus labios y acaricio centímetro a centímetro su piel mientras vamos a la cama.
Me mira fijamente a los ojos y empiezo a desvestirme mientras ella hace lo mismo con suavidad y se tapa con la sabana sin dejar de mirarme. Termino de quitarme la ropa y entro en la cama donde me espera el contacto áspero de la sabana y el cuerpo calido de Ashaki que consigue estremecerme. Nos acercamos y nos retorcemos juntando mezclando piernas, manos, labios, lengua y besos como si fuéramos dos caracoles en celo. Si alguien pudiera vernos no podría decir donde empezaba uno y donde acababa el otro.
Ashaki tiene una piel tesoro en la que hay que descubrir las pistas que te llevaban de un lado al otro de su cuerpo. Acariciarla es… emborracharte del olor de las rosas, es sentir la primavera, es alzar los brazos y tocar el cielo, es decir te quiero y es querer que te lo digan a ti. Puedes llegar a pensar que estas enamorado de ella. Ashaki y yo seguimos estrechando los espacios íntimos entre nosotros cada vez mas. Besarla es traspasar las fronteras de lo carnal para rodearse de alguna materia no descrita, jamás descubierta. Es quedar suspendido en medio del vacío, del infinito y aferrarse a una boca que igual da la vida que la quita. Es preferir la muerte por placer y un instante después amar la vida para esperar la muerte otra vez. Ella me besa y yo me estremezco una y otra vez contra su cuerpo, contra toda ella y sin embargo es ella la que me empuja y me atrae. Con cada oleada de besos necesito descubrir otros labios, otro beso, una piel distinta que me sacie y me deje descansar. Quiero un beso distinto de una mujer distinta cada vez que se acerca a mi.
Después se tumba a lo largo de mi. Noto su cuerpo húmedo y calido pegado al mío como una agradable segunda piel. Pasa sus brazos por debajo de mi cuello abrazándolo y sé que se prepara para el asalto final. Deja caer sus labios cada vez mas dulces sobre los míos y vuelve a empezar el juego de sus deseos. Y yo adoro ese juego.  Sin dejar de besarme gatea sabanas arriba con sus rodillas hasta que su sexo encuentra el mío y le invita a unirse a él. Luego todo se vuelve cadencioso y natural. Un poco lento para mi pero ella es la que manda, la que impone su ley, la que marca los tiempos y yo… me dejo hacer. Finalmente Ashaki consigue que únicamente haya una respiración, una boca, un único cuerpo. Yo no existo. He dejado de ser yo para ser un objeto que absorbe todo lo que ella me enseña. Yo soy sus besos, sus brazos, su aliento su sangre muy roja y muy caliente corriendo alocada para llegar a todos los puntos de su piel, de mi piel. Me lleva en un vértigo frenético por placeres distintos a cada segundo y me lleva enganchado a un mundo gobernado por emociones que no conocía. A veces me sube a lo mas alto para luego dejarme caer. Y todo es tan lento que se vuelve fantástico e irreal. En un instante deja de besarme, se para, se tensa y se estremece mientras noto como se eriza toda su piel. Acerca sus labios hasta mi oído y me deja mensajes incomprensibles con palabras dulces y suspiros lentos y profundos que interpreto como señales de paz. Pero hay guerras que no tienen tregua y esta es una de ellas. Rodamos por la cama hasta invertir los papeles y ahora soy yo el que mando. Soy yo el que la ataca con decisión mientras me empeño en besarla como me ha enseñado y ella es la que se deja vencer, la que no opone resistencia y para que me de cuenta que no tengo ganada la guerra me abraza fuerte la cintura con sus piernas y decide no soltar mi cuello. Y cada vez aprieta mas fuerte, hasta que creo que me muero a la vez que la beso y luego me abandono despacio tan lento como ella afloja la tensión de sus piernas y sus brazos alrededor de mi cuello.
Unos minutos después se levanta cuidadosamente y prepara el té con ron que me ofrece sentada desde el borde de la cama. Yo sigo tumbado y miro el ventilador del techo. Gira tan despacio que empiezo a pensar si no seremos nosotros los que damos vueltas a su alrededor. Me incorporo y mientras estamos allí sentados los dos, mirándonos desnudos, supe que no podría olvidarla. Al terminar la copa empecé a vestirme mientras hablábamos de cosas sin importancia y al acabar la miré fijamente:
-          Ashaki – empecé a decir - me gustaría…
Pero no digo nada, soy un cobarde. Me despido de ella y me regala un ultimo beso, un ultimo abrazo y una ultima mirada. A veces lamento un millón de cosas.  
Cierro la puerta al salir y tengo que apoyarme en la pared. Estoy temblando y creo que las piernas no me van a aguantar. Todo me da vueltas y siento que me falta el aire. Es el vértigo de vivir que gira alocado a mi alrededor y me abraza haciéndome feliz. Soy feliz? Esto es ser feliz? Haber encontrado a Sara en este burdel me ha hecho feliz? Que mas da. La semana que viene vendré a verla otra vez y me dirá las mismas cosas y nos reiremos de las mismas historias mientras bebemos y hacemos el amor y luego me despedirá cariñosamente hasta la semana siguiente. Y así una y otra vez. Y ninguna de ellas sabrá quien soy porque es la única manera de estar juntos, de que ella me diga que me quiere aunque sea mentira y que yo pueda seguir viéndola aunque para ello, nunca llegue a saber quien soy. Nunca sabrá como la amo. Nunca sabrá la verdad.
No se porqué pienso que quizá el ventilador estuviera parado. Esta noche se lo preguntare a Sara.