Cuando llegue a puerto
construiré una barca
para quemar.
Allí dejare mis fantasmas
tendidos bocarriba y yertos.
Cubriré sus pobres espíritus
con palabras y versos
que fueron de ellos
que formaran una mortaja
de sentimientos, de ilusiones
y de felicidad.
Y a todos tapare los ojos
con dos besos:
uno como moneda de pago
que puedan dar al barquero
para que las lleve
a descansar en paz.
El otro será suyo para siempre
y cuando otros fantasmas
me vean con el en los labios
sabrán que no solo los quise
sino que aun los sigo queriendo.
Después quemare la barca
y la empujare mar adentro
para ver como se aleja.
Y solo estaré yo para verlo.
Es el destino de Neptuno.