16 de agosto de 2011

NEPTUNO II: dios del mar

Dejo los brazos en cruz para
que el sol arroja luces de color
por la punta este de mis dedos.
Calculo mentalmente la energía
que me llena de esperanza,
abro los ojos y observo ante mi
la vida con esfuerzos renovados
para el día a día, sin enmiendas,
sin tachaduras: una vida paz que gastar.
A mi izquierda veo nubes densas
entre los restos de la noche
huyendo muy deprisa de mi.
Para ellas mis mejores deseos.
Y que no vuelvan. Que se lleven
sus lagrimas de granizo,
sus vientos helados.
Que sus huracanes arrasen
de una vez las ideas estupidas,
los sueños estupidos,
y los momentos estupidos
que insisten en aferrarse a mi.
Y a la espalda, sin mirar,
veo mis huellas mas inmediatas.
Ruinas encendidas que dejo atrás
devorando las ideas y las personas
que me alimentaban. Quemo aquello
que quiero y todo aquello que no.
Nada me vale. De todo huyo.
Viajo sin maleta y a veces pienso
en arrancarme las uñas para que
mis manos no aguanten ningún peso.
Esta extraordinaria facultad de marchar
ligero me permite huir hasta de mi mismo.
Y quemo mis naves antes de partir  
para saber que no puedo volver y que
las calaveras de mis recuerdos no huelan
porque no soporto el olor a putrefacción.
Las cenizas que se amontonan a un lado
y otro del camino no me dejan olvidar.
Y sin embargo se que todo es al revés.
Se que yo por dentro siempre miro al sur.
Que la energía no entra expectante por mis dedos
sino que escapa, conformista, por mis dedos
sin ninguna posibilidad de que cierre la mano
y frene el flujo vital que se distancia de mi.
Y que cuando miro al frente solo veo el pasado
construido de ilusión y esperanza de deseos
rotos y zanjados con miga de pan.
Que las nubes con sus fríos y sus vientos
no se alejan sino que galopan hacia mi
con la velocidad de la luz y me esperan
días de invierno detrás de los cristales
viendo la lluvia por dentro y por fuera de mi.
Y no es el pasado angustioso y dantesco
con fuegos transformadores que limpian lo que veo.
Es el futuro, el camino que me queda por recorrer
en el que cada fuego quema un sueño,
una certeza o una verdad. Todo absolutamente
todo debo quemar para despejar el camino.
Mi camino. Yo también me pregunto porque
siempre miro al norte si me lleva a la confusión
pero cada uno es como es y yo con el tiempo
he llegado  a ser Neptuno.