21 de agosto de 2011

El sueño de una tarde de verano. (dedicado)

Y paso así, de pronto, como ocurren las cosas insignificantes, sin anuncios, sin porqués… sin mas: se quedo dormida en uno de esos sueños triviales, etéreos que sospechamos profundos y lejanos como el fondo del mar. Los ojos, las manos, todo su cuerpo quedo a la espera de una orden que parecía, me parecía, imposible.
Por no despertarla, la sangre decidió correr mas despacio por la luz circular de sus venas, las ilusiones se deslizaban de un lado a otro de su cabeza sin hacer ruido, y el corazón decidió darse un descanso parando un segundo de cada siete. Hasta el viento que poco antes jugaba con su pelo llevándolo de aquí para allá, dejo de jugar. También el tiempo paso a su lado y al verla dormida, casi inmóvil, decidió esperar a que hiciese un gesto para volver a caminar.
Yo (era yo?) miraba la escena inmóvil, petrificado, a dos pasos de ella y mil sueños de distancia y no quería tragar saliva, o parpadear por no despertarla. El peor de los tormentos era que se escuchara mi respiración o mis pensamientos y mentalmente pedía a dios que no se oyera como crecían mis uñas o mis cabellos. Entretanto, el tiempo seguía parado para bien y para mal.
Luego en algún momento ella empezó a abrir los ojos muy despacio, unos ojos oscuros y radiantes que iban robando luz por donde se posaban. Me miro, sonrío, dijo algo con timidez que no entendí… y fue suficiente para que el tiempo volviera caminar. Y se pudo sentir otra vez, el viento retomando el juego del pelo, como los fantasmas volvían a correr después de haber estado secuestrados por su sueño o el latido cotidiano, siete de cada siete, de un corazón
Y la vida después, continuó como si nada hubiera pasado. El tiempo si. El tiempo había pasado para bien y para mal.