10 de mayo de 2011

Rosario

Rosario, cada vez que se miraba al espejo, estaba mas y mas convencida de que dios no la había puesto en la tierra para ser feliz. Era alta, guapa, elegante y tenia un aire de no cazarlas al vuelo que espantaba a los pretendientes, después de una primera y extraña noche de sexo.
Mañana llamaría a su psiquiatra el dr. Simonelli. Después de seis años de tratamiento, el doctor no había podido quitarle la idea de que aún era aquel hombre intrascendente para el mundo que un día pensó ser feliz siendo otra persona.
Y además estaba convencida de que el vestido! rojo de seda que se probaba, no le marcaba las tetas lo suficiente. “Vaya mierda de operación”  dijo en voz alta.