20 de diciembre de 2010

Teatro

La vida baja todos los días el telón como si fuera una función de teatro. Saludas brevemente y te retiras con el gesto cansado hasta tu camerino. Te quitas la peluca y borras el maquillaje de la cara mientras el espejo te va diciendo lo rápido que cambias y lo cansado que estas. Una función diaria sin días libres, vacaciones o festivos, llega a cansar. Y se nota.

Terminas de quitarte el traje de escena que asfixia como una segunda piel sin poros y entras corriendo a la ducha por ver si el agua se lleva el sudor, la piel, los restos de maquillaje y las ganas de vomitar que has acumulado este día que al final, es como los demás. Todos iguales. Ponte luego la ropa vieja sin que lo parezca y ata cuidadosamente los cordones de tu zapato izquierdo sin esperanza. El otro dicen que algún día estará paras siempre a la derecha de dios padre todopoderoso.

Apaga la luz y cierra la puerta del camarín cuando salgas. Dedica una sonrisa y una mirada tierna al teatro desde el patio de butacas y avanza decidido hacia la puerta de salida un poco mas arriba (todas las salidas están siempre un poco mas arriba).

Y ahora cuenta hasta diez, no esperes que te den la entrada, traga saliva, trágate el miedo, respira profundamente y sal a la calle para que empiece la función.