Me pregunto donde
descansan
mis recuerdos.
Se que algunos
sobreviven pegados
a las yemas de
los dedos
con la misma
intensidad
que otros habitan
el resto de la piel.
Un surco: una
esperanza de futuro imprevisible
un poro: una ilusión
de presente soliviantado
el mas remoto milímetro
cuadrado: un deseo
hundido entre los
pliegues de la emoción.
Otros se hospedan
en mis ojos
como destellos de
luz a veces, solo a veces,
comprensibles y siempre
fugaces
que aún me
permiten mantenerte
la mirada por
unos instantes,
recordar la
silueta fantasma de tu cuerpo,
un brillante azul
en tu pelo.
En mi boca duerme
el recuerdo de tu sabor
un poco dulce, un
poco salado, sabor a mar
que rompe y
esparce humedad
espuma y lucha a
partes iguales
y sabor a ola
sumisa de lengua fresca
de juego que
llega para besar.
Únicamente para
besar.
Tengo recuerdos
escondidos por la casa.
No a propósito.
No es cosa mía.
Son ellos que
decidieron quedarse.
Están en la
cocina disfrazados
de sonrisa y azafrán
cualquier día de
lunes a domingo
incluso las
fiestas de guardar.
Los hay en el
salón hechos de tu materia:
de vida entre las
hojas de los libros
con olor a tinta negra
y de música
melancólica y
dulce que adorabas
como únicamente
tu sabias adorar.
Las ropas de la
casa de los armarios
también tienen
recuerdos tuyos,
tu olor, tu forma
incluso un vestido gris
conserva dos
cabellos rojizos muestra
de un intento
desesperado por cambiar.
Supongo que si
abro cajón cualquiera
paseo descalzo
hablo a oscuras
cierro el gas
me miro a un
espejo,
aso castañas
me rio de nada
como galletas
dejo correr el
agua
guardo las
pastillas
duermo poco
pienso en otra
cosa
lloro por gusto
respiro despacio
respiro deprisa…
también
encontrare un recuerdo de ti.
Y a veces me
pregunto donde descansaran
los recuerdos
tuyos porque yo
aunque lo intento
no consigo encontrarme.