(por Rodrigo Gamella Montalbán)
Cuando el verano se fué, arrojo una
lágrima al mar y esta se hundió entre la infinidad de agujas, cayendo hasta el
final del pozo donde encontró un campo de trigo por el que tuvo que viajar
durante horas, días y años.
Se enamoro de todas y cada una de
las mágicas hadas que encontraba al cambiar de dirección. Soñó que cabalgaba a
lomos de un caballo de cristal mientras dormía en una nube de recuerdos robados
por la erosión y bailó con sus sombras por conseguir el humo de un amor que le
quemaba por dentro.
Y durmió acompañado de la distancia
y la seguridad que da la noche diurna. Todo porque el invierno volvió a estar
de moda.
Nunca debiste quitarte aquella
bufanda.