Papa Noël tiro suavemente de la brida y el trineo inicio el descenso hasta la orilla del lago. El viento frío del Polo, había dejado paso a una brisa y la noche parecía aun mas hermosa. El bosque de abetos blancos brillaba como nunca bajo la luna y el lago era un espejo mágico donde las estrellas se habían convertido en luces incandescentes.
Sus ojos cansados desvelaban la tristeza infinita que año tras año volvía a aparecer cuando allí, parado en la orilla, divisaba los primeros tejados de su pueblo y recordaba el ajetreo anual de las ultimas horas.
Los renos le miraban de reojo esperando la voz que les hiciera reiniciar el viaje que ansiaban finalizar y así reponerse del esfuerzo. Pero Papa Noël mantenía la vista fija mucho mas allá de lo que alcanzaba a ver y por unos instantes como todos los años, la escena se hizo interminable.
Finalmente sin dejar de mirar al vacío mas infinito, mascullo un triste: “How, How, How” y el trineo voló cruzando el cielo, cuando empezaba a amanecer, hasta perderse por la línea del horizonte donde empezaban los tejados.