Dios el séptimo día no tenia pensado descansar. En su plan general de ordenación espacial ese día, el séptimos, lo había dejado para crear la mitología. Dios tenia pensado crear mitos sobre el universo, el tiempo, la vida, el hombre e incluso sobre si mismo.
Aquella mañana fue a recoger los instrumentos de crear mundos para colocarlos a su lado antes de empezar. Primero se acerco el reloj de impulsos con el que media todos sus logros y después fue a coger la bola transparente por la que veía el tiempo. Pero Dios, cansado como estaba del esfuerzo de los días anteriores y debido a le extrema perfección y suavidad de aquella bola, no pudo atraparla con la firmeza necesaria y esta, después de dar unos saltitos sin control, termino por estrellarse contra el reloj de impulsos estallando en mil millones de partículas de luz.
El tiempo se puso en marcha sin que Dios se lo hubiera propuesto y aquella luz que él había creado unos días antes atravesó a todas y cada una de aquellas pequeñas chispas de tiempo como si de un caleidoscopio universal se tratara y Dios quedo tan asombrado por la belleza que veía que decidió dejar el esfuerzo para otro momento. Después pensó, con su criterio inequívoco, que habiendo creado al hombre, estos tendrían toda la eternidad a su disposición y ellos mismos se encargarían de crear la mitología, aquel trabajo tan pesado sobre el universo, la vida, el tiempo, el hombre y el mismísimo Dios.
El séptimo día, decidió descansar. Y así lo hizo.