Un día exageras la vida
y te encuentras
los libros abiertos
y las hojas en blanco.
Revuelves,
el desván de las ideas
con olor a formol
y de paso riegas
un cactus sin espinas
que no crece
porque no le hablas.
Y luego piensas
que quizás los libros
hace tiempo,
cambiaron sus letras y sus ideas
que servían para soñar
o sencillamente,
para tener los recuerdos juntos.
Quizás no haga falta
exagerar la vida
y debamos cerrar
los libros abiertos
y recordar
todas las letras perdidas
que nos hicieron llorar,
convertidas
en mensajes de arena fina
mientras esperamos
que no se ciegue la abertura
por la que a veces
ves pasar el tiempo
los días que exageras la vida.