A la espera del veneno
que circula por sus venas,
desde el fondo de un pozo oscuro
aguanta como dormido,
un rayo ciego de muerte.
Yo le conozco
y puedo llamarle cuando quiera.
Puedo acariciar su cuerpo suave
de hielo frío y contar sus gritos de terror.
Hay venenos que ayudan a dormir
y venenos que ayudan a vivir.
Mi veneno atrapa los sentidas
y espía para el diablo
los ecos de mi cabeza.
Al corazón,
ya no le asusta un vomito mas o menos
ni un estertor de pura realidad.