Entre putas y retamas se nos paso el día volando. El paseo con aquellos zapatos viejos de recordar pasados o los dedos anudados que enviaban mensajes igual que conexiones de células especializadas (punto y seguimos). La mirada hacia la parte feliz de los ojos, los abrazos ahogados por murmullos de conjuros que se deslizaban lentamente por entre los labios presos a su vez por alguna maldición maldita y el cruce de palabras como tatuadas en papel con sus silencios, sus acentos en las vocales que provocaban intención o sus puntos y aparte.
Aquí fue donde inventaste “el punto y además” que yo bautice como “punto sin después” y tu rebautizaste advirtiéndome enérgicamente como “punto sin retorno”, aunque siempre sospeche que un día seria yo mismo el que escribiría ese punto (y final), sin tinta de marcar.
Recuerdo haber vuelto al mundo en una nube. Entre putas y retamas se nos paso una vida que duro un solo día. Punto y feliz.