
Sin embargo a pesar del frío intenso que me muerde en las manos y en los ojos, me gusta creer que debo aguantarlo. Si hubiera juntado todos esos alientos, tan cálidos, y hubiera sido capaz de tejer ropa de abrigo con ellos, hoy no pasaría frío en la calle cuando pienso.
Y además paseo despacio. Si la idea que tengo merece la pena, espero que el frío pueda congelar las imágenes y así con peso, clasificarlas, ordenarlas y guardarlas más fácilmente en los estantes de mi cabeza, tan fría que empieza a quejarse a estas alturas del paseo. No soporto la idea de que este también fría por dentro.
Pero casi todos, uno tras otro, los pensamientos se confunden y escapan de mí, convertidos en vaho, lo que sin duda prueba su escasa consistencia y la poca necesidad de pasear con tanto frío.
Y sin gorra en invierno.
e.gamella
abr/09