Hay un camino que me lleva
directamente hasta tus ojos.
Delirante y loco no se detiene
como cabria esperar en tus labios
ni tan siquiera en uno de tus dientes.
Ni tiene un desvío eficaz hacia tu nariz.
Nada. Directamente llega a tus ojos
para que no se rompan las palabras.
Un ojo abraza la luna porque envidia la noche.
Otro ojo brilla en la noche y atrapa la luna.
Así de pronto te retengo entre mis brazos
y murmuro el verbo amar en francés
sin que las sombras lleguen a tocarnos.