Palabras, palabras, palabras y mas palabras. Bellas, cortas, agradables, sucias, con intención o sin ella, de deseo, de amor, de pereza, de alegría, de fantasía de mentiras, de magia, físicas, anémicas, apocadas, artificiales, de renombre de paciencia de saludo de perdición o de autentica resignación.
Palabras como putas busconas que fornican entre ellas sin importarles el genero, el numero, su sexo, su léxico lesbio, su procedencia, su onomatopeya, palabras que definen, esconden, acusan, maldicen, giran sobre si, duermen de lado, dudan, sudan, trastornan, transmutan, transigen y pierden valor. Palabras por encima, por debajo, a cuatro patas, con las piernas en alto o de rodillas dispuestas a una felación. Palabras que a menudo veo o escucho de los cabrones mas insignificantes o de cualquier madame penitente y arrepentida insultando sentidos los y las emociones de los demás sin pudor alguno.
Palabras que paren historias pavorosas, ripios vomitivos, opiniones sin vergüenza o versos, esos pequeños hijos de puta que nacen a diario en todos los corazones en todas las almas en todos los cuadernos, tan fríos y sucios como los úteros podridos de sus madres, mentes de encefalograma plano inspiradas en la tortura infame de su autoafirmación patética, triste y sin gracia.
De su imbecilidad de medio pelo. Y hay millones.