Me gusta pensar que los días
que me faltan las palabras
e intento desesperadamente
que la mirada perdida
no me arrastre
a un abismo mas negro
y mas grande
tus ojos están ahí.
Esos días necesito saber
que me miras
y memorizas el mapa de mi cara
sin la frontera de las palabras
y donde quedan unos ojos
vacíos de contenido
tu ves dos universos inmediatos
por los que de vez en cuando
cruza una estrella fugaz.
Demasiado fugaz.
Luego reconoces la ventana
por donde aspiro tu sombra
una tiniebla vacía de tiempo
una ilusión grabada
en alguna parte de mi
un rastro invisible y dulzón
que me certifica que tú eres
ese aroma de cabellos revueltos
y piel a punto de estallar
que me hace sonreír.
Mira mis oídos. Míralos.
Filtran una y otra vez la ausencia
de los rumores que siguen viviendo
entre nosotros cuando tú no estas.
pasos
risas
palabras
un silencio que abarca tu presencia
cambiando el pasado en presente
el presente en esperanza
y la esperanza en deseo
por toda la eternidad.
Cuando llegues a mi boca
no pienses en la ingenua
fractura por donde huyen
despavoridos
los poemas de mar
poemas de vaivén fugaz
espuma nacida para morir
rápidamente.
Piensa que mi boca triste
únicamente tiene sentido
porque a veces
cuando se siente sola
se empeña en hacer versos
con una sola palabra:
tu nombre.
Y te necesito.
Necesito tenerte cerca
para cuando abra los ojos
descubrir lentamente
que estas en los labios
que no necesitan hablar
que me respiras con la serenidad
que da la sonrisa inevitable
que oyes
todas la voces que no hablo
y todas la veces que no estoy
y todas las veces que no quiero
estar contigo.
Luego me abrazas
y entre ese universo
de luces y espirales de color
que es mi cabeza
te encuentro y me convierto
en un amante sin sentido
que conquistas poco a poco
atacando mis dedos
con tu infantería de piel
hasta que me lleno de ti
mientras yo
no dejo de repetir
tu nombre.
Y te juro
que no sé
donde
estoy.